miércoles, 25 de diciembre de 2019

Vi El Irlandés, de Martin Scorcesse.
Es una película excelente, por varias razones acerca de las que no voy a escribir, incluyendo sus hermosas actuaciones, dirección de arte, técnica de rejuvenecimiento digital y todo lo demás que hace al guión, la ubicación de las cámaras, duración de los planos y secuencias, en fin.
Me hizo reflexionar respecto de algo en particular, que justamente habíamos estado conversando con amigxs: el patriarcado y sus devenires en la actualidad, entre nosotrxs.
Me interesó especialmente como se ven las mujeres de estos mafiosos: de lejos, fumando, hablando de cosas que no escuchamos. Hay una de ellas que es hija de la mafia a su vez, proviene de una familia importante, y en el primer titubeo, la primer devastación psíquica que se ve en la cara y el cuerpo de su esposo le indica como proceder sin la menor vacilación. Como a un niño, mediante rigurosas indicaciones.
En otras oportunidades, se las ve a cargo de las crianzas de los hijos y la vida doméstica, tratando de que no se digan malas palabras o se tengan gestos descorteses ante el televisor, medio privilegiado junto con el diario para enterarse de los devenires de la política, las policiales, la circulación del poder de ese mundo de los varones.
Desde el punto de vista del protagonista, ellas están alejadas, por fuera, siendo protegidas de la violencia extrema y las guerras. Esta es la verdadera pasión y el modo de vivir el amor entre ellos, este mundo en el que se aman como hijos y padres, como hermanos, como responsables. Es una guerra desquiciada por la supervivencia, el poder y la defensa de lo conquistado, una guerra permanente y sin cuarteles. Es fabuloso el momento en el que el negocio se va diluyendo en las conversaciones y las verdaderas cosas que se dicen pasan por si tal tiene orejas grandes, se critica su pueblo de origen o si van o no vestidos como corresponde y a horario a las reuniones. Como niños, como adolescentes que se desafían.¡Son quienes rigen los destinos de EEUU ni más ni menos! Y es de ese modo...
Llega un momento en la película en que no queda más que eso. Y el amor entre ellos y la traición a la que han dedicado toda su vida, toda su fuerza vital y erotismo en una obediencia a leyes que no pueden ser modificadas. Un amor cerrado y restrictivo, de obligaciones.
                                         *                                    *                                        *
Por cierto en esa misma época había mujeres trabajadoras, obreras, prostitutas, sirvientas, profesionales, militantes del hippismo y demás, pero me detengo en estas mujeres, que miran.
Ellas están mirando.
Sobre todo las hijas.
Una en especial, la que desconcierta a estos hombres ("es sensible") y retira el habla a su padre porque ve y comprende lo que ocurre y sufre y otra más, de la cual nos enteramos todo lo que sabe y piensa por una conversación.
El protagonista tiene cuatro hijas mujeres. Queda solo pues no se lo puede amar demasiado por parte de ellas, no hay manera, en su adultez.
Va quedándose este mundo anacrónico y es comprensible que haya habido varones que no quieran estar en él, que quieran algo más para sí que la supervivencia, el cruel mundo del poder, sólo ese goce todo el tiempo, sólo amor entre varones.
Y estas mujeres que miraban que ya tampoco quieren estar ahí.
Era bueno que se ansiaran, se pudieran imaginar otras formas de vida, otros mundos pues en este pareciera que no hay modo de ser feliz, otro modo de sentir y hacer.
La película afronta este vacío, estas relaciones de amores de varones y sus remanentes, sus costos y deudas.
Te lo hace sentir.
                               

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