Las series de fantasmas y apariciones
nos traen a la memoria
al corazón
a la mente
a nuestros fantasmas
que no son más que la súbita aparición mediante el gusto, tacto, olfato
o visión
de alguien o algunos que ya no viven en esta tierra, sobre su faz
pero vive en nosotros
vive en el aire
vive en las partículas que se posan sobre muebles, cortinas y luces filtradas
viven en sonidos teletransmitidos replegándose y reenviándose.
Viven en esos exactos reflujos del tiempo que llamamos recuerdos.
A veces ansiamos mudarnos de ciudad para cambiar estas memorias pero quien sabe
habrá otras cosas que las convoquen
habrá otras posaderas para esas volátiles intromisiones de otros tiempos en este que va como la calle principal.
Es
será una
de las tantas vidas
que no podremos vibrar
si no por ráfagas ficcionales, abruptas, esclarecidas
y en fuga.
Y ahora resulta que ese es el cuerpo que convocamos porque está yéndose
-somos polvo de estrellas-.
Asimismo
L convocaba a un cuerpo que se le iba
lo lograba agarrar por unas horas con sus trucos que le funcionaron décadas: la intoxicación eufórica
el ritual infinito
las llamadas telefónicas a voces conocidas.
Cuesta mucho comprender a quien no lo ha experimentado, tremenda tarea
hoy se dibuja la figura que no estábamos mirando.
El encuentro repentino con ese vacío amenazante cede.
Las gatas tienen la precepción de estos destinos subalternos, recónditos, en otras frecuencias
pero no se logra la buena comunicación con ellas.