Vuelta como un caracol
que debería, si supiese por dónde
pero que se desvía
se repliega, mira y se devuelve a su itinerario inicial.
Opiáceos del deber o la salutación engañosa
consumen.
¡Es que siempre tuve que soportar su persecución y las escondidas
en los alcohólicos muebles de melanina bermellón!
No busco trascender, su nombre, su claustro o su fantasía.
La mía es con café, ese motor. Es con patio y si es posible, un lazito de amor contra el rojo bordó del muro.
Un hábito muscular de quince cuadras de distancia
un punto de llegada
al que se llega
y no se cree haber llegado.
No se siente como era previsto
en un vacío gris
lluvia pampeana
se desarbolan
uno a uno
los planes y ansiedades.
He buscado y encontré pero ahora se evanecen las proposiciones
como volutas blanquecinas.