Taconeando
entre escaleras y riendo
o apresurando el paso para enmascarar el latido, el espejo
la tibia fuerza de la melancolía
que suda a palabra dicha
o
hueca, o sinsabor
o alcurnia de palabras
que ya nada tienen para dar
pero siguen, sin embargo,
dando vueltas por no se sabe donde.
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