Soñé que te casabas: ¿con quién?¿Una mujer de rulos?
¿Llevabas un traje de terciopelo turquesa en medio del invierno?
¿Había nieve como un sinfín sobre el que se recortaban todas las siluetas de los cuerpos?
Había lentejuelas desperdigadas, plateadas y grandes como pétalos
livianas, desparramadas y en tropel
por un desvío casual flotaban y no terminaban de caer
te hacían sentir que éramos amigos- sí, por una vez, auténticos amigos-.
Cuánto lo siento.
Salías de tu silencio y yo, salía del mío. Podíamos conversar.
El silencio es una casa demasiado acogedora.
Tanto que a veces puede enloquecer en sus poltronas.
Como los reyes, hay,
quienes retienen
su divina presencia
su divina reverencia
su divina condescendencia
su divina concupiscencia.
Se agarran con fuerza de esas maderas de balsa en el océano.
Son como los diques de las reglas de cortesía y la diplomacia
justo
lo contrario
del amor cortés.
Justo
como en un continente de nieve.
Me desperté
pensando en
si ya estaría terminado aquel libro y quise preguntarte, quise leerlo
aunque quizás ese libro no estuviera escrito
era extraño porque me parecía leer los títulos de sus capítulos y eran todos tan interesantes como tediosos
pero
hay que tener paciencia con el tedio
no se puede andar todo el tiempo en un burunbundún de diversiones.
Te mandé un mensaje. Fiel a tu estilo, te sumergiste como una ballena que se encuentra en otro océano
quise escribirte, preguntarte
pero seguías sin cruzar el muro, en la vigilia.
Ese muro hace pensar que no nacimos o que ya nacimos y ya morimos
todas las palabrerías del mundo se agolpan, en ese muro
son piedras y argamasas arcaicas las que están en la base y novísimas las de arriba.
Ese muro no deja ni un solo día de ser acrecentado por miles de obreros, esclavos y operarios que desconocen la finalidad de su obrar.
Tan sólo
una breve interjección casi impronunciable
un aliento veloz podría desmantelarlo.
Exhalada por una ballena del Pacífico.
Ballena, sirena o tritones alejados. Aeroplanos, cosas viejas y en desuso que no logran volver a girar.
El ruido mecánico y desengrasado
se siente.
Aunque, por momentos, esa forma de los cuerpos aerodinámicos pretende acelerar el paso y sonsacarnos de la mordiente monodia del trácate trácate trácate tra.