No hay un día en
que no encuentre un ritmo ajeno entre mis pasos
que en mi cuerpo pesado no reconozca
la languidez conocida.
No hay un solo día en que no quiera ser otra
la otra
algo en mi solaza
paladea.
Me veo en el espejo y dejé de ser la francesita dulce
-hace rato-
a veces soy
una campesina polaca enrojecida
una entrerrianita apacible
una muchacha de provincias con una cabeza loca.
Ni un día no soy
esa
que leyó "Cumbres borrascosas"
"Oliver Twist"
"Cornelia frente al espejo"
"En busca del tiempo perdido".
La capital del virreinato,
la criolla de los burócratas también es la mía.
Eso, ese diario placer de la caminata, la luz y las tareas, si, lo heredé de mi madre y lo agradezco.
Todos los mates que ella no tomaba me tomo
y el café.