Ella
se quedó enalteciendo
su obra
luego de su partida -ya hace décadas de eso, ella era mucho más joven que él, su alumna-
su modo, el de discípula dilecta.
Se vio
en su mirada
como una celebrante post mortem
-en ese momento no lo supo-
y quizás ahora
tampoco.
Eso
lo decimos nosotros
como esculturas empotradas en los marcos gótico-románicos de alguna catedral
en la que se celebró el desponsorio
de ellos dos
en aquel tiempo.
La centinela, la guardiana, la sacerdotisa de su razón
de su ciencia y su eficiencia
de eso ella, tan posiblemente lúcida, obtiene
obtuvo un grial
sus honorarios y honores, un lugar de capitanía
un rostro agriado
autosuficiencia.
Podemos
imaginarla por las noches en su casa, en el balcón de su departamento con las paredes abarrotadas de libros
hablando con fantasmas.