domingo, 27 de noviembre de 2022

 No se puede

re encantar al desangelado día, año, vida

devolver ese brillo

ese manto azul

morado

verde

que antes, a veces, parecían portar cosas

que veía

que parecían

envolver el frío inicial

algunas

tenían brillo, más resonancia, 

era un manto sirénico

hipnótico

escamoso y plateado

hermoso, pero ahora

se me fue y no vuelve.

No volverá.


Al que aman no lo aman

su deseo te da asco

y tu amor le causa indiferencia

su torpeza se transforma en tu desánimo

y ya ahora muchas

no aguantan-mos más  esas cuasi violaciones que se perpetran en esa guerra permanente, aciaga

eterna, interminable

que lleva siglos, milenios

esa horripilante sexualidad que es

la moneda

corriente

porque

no 

se quiere

escuchar.

¡No se escucha! No se acepta

se miente

se miente

se miente por tantas razones

se oculta, se soslaya, se solapa, se subsume

que somos

otra

lo otro

la otra

se la odia aplicada

mente

a esa.


Conversamos en la galería, ha comenzado el verano

bebemos la fruta fría de la fruta

miramos en las luces del cielo, el cañaveral allá atrás

en busca de un descanso -breve, al menos-

del desconsuelo.

La vida y la muerte se enlazan en esa sempiterna danza como en un enredo de plantas

y todo

por haberlas visto posadas en un 

pedestal.



martes, 22 de noviembre de 2022

Rasgada en el lapso del tiempo

inútil

devaneándose en el tiempo de las cosas

buscándose en alguna

como

regar las plantas, sacar un par de yuyos al pasar

esperar 

que mis hijos se despierten

mirar los gatos

pensar en mamá y en que impuesto toca hoy

pagar

sentir

que se pulveriza el día

pensar 

en esos personajes tan odiosos, sensatos y verdaderos de las novelas de Saer y Aira

llegar al fondo del estómago

vaciar

su angustia 

su angurria

un poco de yoga o algo así

agua

cielo

recordar que no quiero vivir sin amor

buscar

personas 

que puedan amar

olor  a pasto y un café.




jueves, 10 de noviembre de 2022

 Su vientre se veía a través de las ropas flúo, naranja

era raro ver al señor tan bien vestido de deportista a la moda

la bolsa de compras en la mano

tocando el timbre probablemente de su casa. 

Era un hombre de setenta u ochenta años. 

Se mezcló con los olores a comida del restaurante que tenía la ventana abierta, al lado

y el repiqueteo de las cientos de botellas de gaseosa que estaban en el camión a la izquierda

los muchachos con arneses bajando y subiendo los cajones.

El plástico, el vidrio, la cebolla en cocción

la gente vestida con calzas y zapatillas paseando a los perros

sorprendía

en esa vereda que recorría yendo a por mi café

rico,

imprescindible para iniciar el día.

Pensé en mi madre que solía trabajar en un edificio, pequeño palacete, por ahí cerca

en esa ciudad, esas cuadras siempre recorridas 

no podía esclarecer cuánto me gustaba la imitación a lo francés 

las casas de construcción a la italiana, los edificios gubernamentales a la europea y criollos

los transeúntes y trabajadores a la indiana

ya no entendí

del todo

cuál era mi papel en el asunto.












martes, 1 de noviembre de 2022

Ando paseando

mi desconsuelo

por ahí

por acá

a veces al lado, a veces adelante

o atrás

lo miro

me mira

le pregunto cuándo

tiene previsto

retirarse

y dejarme

en mi precaria

estabilidad