Un día aprendí a no desprovechar la oportunidad
que las cosas son irrepetidas, inciertas, las causas desconocidas.
Después todo se volvió más fijo
la vida mamífera: los hijos, los horarios de trabajo
una profesión que requiere de la regularidad y el entrenamiento
veía que otros viajaban , iban y venían cuando teníamos veinte, treinta, cuarenta.
Yo solo iba de una ciudad a la otra.
Añoré un día los años locos.
Después, cultivé la ritualidad, el devenir mil cosas en una misma habitación
las olas que suben y bajan con las hormonas y las locuras de las familias
el calor de hogar
el frío del hogar
todo se mezcló en un maremoto, una ola gigantesca
todo se perdió en un olvido milenario.
Como un ave
un dron, se miró todo desde otro lado.
- Vivimos la época de otra cosa ahora- me dijo el sabio.
-Okey- dije.
Y seguí para otro lado.
Otro día recordé la añoranza melancólica por el pasado
como si siempre todo lo pasado hubiera sido mejor
aunque eso siempre lo dice un yo del presente.
En fin, me dije, qué locura.
Qué ejercicio, qué lucha contra el diablo
dejar el diario del lunes a un lado
y el del martes, el miércoles y el jueves.
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